Cirugía
Integral
Médico especialista
Dr. Heriberto Lujano Pedraza
Importancia de una revisión y diagnóstico
El sistema urinario cumple funciones vitales en la eliminación de desechos, el equilibrio de líquidos y la regulación de la presión arterial. Sin embargo, muchas de sus afecciones—como infecciones, cálculos, incontinencia o alteraciones renales—pueden avanzar silenciosamente si no se detectan a tiempo. Por eso, el chequeo urológico no solo es una herramienta diagnóstica, sino una estrategia preventiva que permite identificar signos tempranos, evaluar la función renal y orientar tratamientos antes de que surjan complicaciones. Ya sea en hombres o mujeres, mantener una revisión periódica del sistema urinario es clave para preservar la salud y el bienestar general

¿Qué es la cirugía de la unión uretero-piélica?
Conocida como pieloplastía, es un procedimiento que se realiza para corregir una obstrucción en el punto donde el uréter se conecta con la pelvis renal. Esta estenosis impide el flujo normal de la orina desde el riñón hacia la vejiga, lo que puede provocar dolor en el flanco, infecciones urinarias recurrentes, hidronefrosis (dilatación del riñón) y deterioro progresivo de la función renal.

Preguntas frecuentes
Cirugía de estenosis de la unión uretero-piélica
01 ¿Cuándo está indicada?
La cirugía de estenosis de la unión uretero-piélica, conocida como pieloplastía, está indicada cuando existe una obstrucción significativa en el paso de la orina desde el riñón hacia el uréter, provocando síntomas o daño funcional. Se recomienda en pacientes con:
- Dolor lumbar o en flanco persistente
- Hidronefrosis (dilatación del riñón por acumulación de orina)
- Infecciones urinarias recurrentes
- Hematuria (sangre en la orina)
- Disminución de la función renal en estudios de imagen o gammagrafía
- Fracaso de tratamientos conservadores o endoscópicos
También se indica cuando hay cruce vascular anómalo que comprime la unión, o en casos congénitos que no mejoran espontáneamente.
02 ¿Cómo se realiza?
El procedimiento consiste en extraer el segmento estrecho o bloqueado y luego reconstruir la unión entre la pelvis renal y el uréter, creando una vía amplia y funcional para el drenaje urinario.
Puede realizarse mediante tres enfoques: abierto, laparoscópico o asistido por robot. En todos los casos, el cirujano identifica la zona de estenosis, reseca el tejido afectado y realiza una nueva conexión (anastomosis) entre el uréter y la pelvis renal. En técnicas mínimamente invasivas, se utilizan pequeñas incisiones y cámaras para guiar el procedimiento, lo que reduce el dolor, el sangrado y acelera la recuperación.
03 ¿Por qué se realiza?
Se realiza para restablecer el flujo normal de orina desde el riñón hacia el uréter cuando existe una obstrucción en esa zona. Esta estenosis puede ser congénita o adquirida, y si no se trata, puede provocar dolor crónico en el flanco, infecciones urinarias recurrentes, hematuria, hidronefrosis e incluso deterioro progresivo de la función renal.
El objetivo de la cirugía es eliminar el segmento estrecho y reconstruir la unión de forma amplia y funcional, permitiendo que la orina fluya sin resistencia. Se considera el tratamiento de elección cuando hay síntomas persistentes, daño renal documentado o fracaso de tratamientos menos invasivos como la endopielotomía.
04 Recuperación
Varía según el tipo de técnica utilizada (abierta, laparoscópica o robótica), pero en general es progresiva y bien tolerada. El paciente suele permanecer en el hospital entre 1 y 3 días, y se le coloca un catéter o drenaje temporal para facilitar el flujo urinario mientras cicatriza la nueva unión.
Durante las primeras semanas, se recomienda reposo relativo, evitar esfuerzos físicos, mantener una buena hidratación y seguir estrictamente el tratamiento médico indicado (analgésicos, antibióticos si es necesario). La actividad física ligera puede retomarse después de 2 semanas, y la recuperación completa suele lograrse en 4 a 6 semanas, dependiendo del caso.
Es normal presentar molestias leves en el flanco, sensibilidad en la zona operada o cambios en el patrón urinario durante los primeros días. El seguimiento médico incluye estudios de imagen para verificar que el flujo urinario se ha restablecido correctamente y que no hay complicaciones.




Urología
Cirugía para fistula vesicovaginal
La cirugía vesicovaginal es un procedimiento que se realiza para reparar una fístula vesicovaginal, es decir, una comunicación anormal entre la vejiga y la vagina. Esta condición provoca que la orina se filtre directamente hacia la vagina, generando incontinencia urinaria constante, infecciones recurrentes y un fuerte impacto en la calidad de vida de la paciente.
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¿Cuándo está indicada?
La cirugía tiene como objetivo cerrar el trayecto de la fístula y restaurar la separación anatómica entre ambos órganos. Puede realizarse por vía vaginal, abdominal o laparoscópica, dependiendo del tamaño, ubicación y causa de la fístula. Durante el procedimiento, el cirujano reseca el tejido dañado y sutura cuidadosamente las paredes de la vejiga y la vagina en múltiples capas para asegurar una buena cicatrización. -
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¿Cómo se realiza?
El procedimiento se lleva a cabo bajo anestesia general y puede abordarse por vía vaginal, abdominal o laparoscópica, dependiendo del tamaño, ubicación y causa de la fístula. Durante la intervención, el cirujano identifica el trayecto fistuloso, reseca el tejido dañado y repara ambas estructuras en múltiples capas, asegurando una buena separación y sellado entre la vejiga y la vagina. En algunos casos, se utilizan colgajos de tejido (como el músculo gracilis o el colgajo de Martius) para reforzar la zona y mejorar la cicatrización. El enfoque laparoscópico o robótico permite mayor precisión, menor sangrado y una recuperación más rápida, aunque la vía vaginal sigue siendo efectiva en fístulas pequeñas y accesibles

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¿Por qué se realiza?
La cirugía vesicovaginal se realiza para reparar una fístula entre la vejiga y la vagina, una comunicación anormal que provoca pérdida continua de orina a través de la vagina. Esta condición puede surgir como complicación de cirugías ginecológicas (como la histerectomía), partos traumáticos, radioterapia pélvica o infecciones graves. -
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Recuperación
La recuperación tras la cirugía de fístula vesicovaginal suele ser progresiva y requiere cuidados específicos. El paciente puede permanecer hospitalizado entre 1 y 3 días, dependiendo del abordaje quirúrgico. Se suele colocar un catéter vesical o suprapúbico para mantener la vejiga vacía y permitir que la zona reparada cicatrice sin tensión; este puede permanecer entre 2 y 3 semanas. Durante los primeros días, es normal experimentar molestias pélvicas leves, sangrado vaginal moderado o sensación de urgencia urinaria. Se recomienda reposo relativo, evitar relaciones sexuales y esfuerzos físicos durante al menos 4 a 6 semanas. La higiene íntima cuidadosa y el seguimiento médico son clave para prevenir infecciones y asegurar una buena cicatrización.

Preguntas frecuentes
Cirugía para la incontinencia
01 ¿Cuándo está indicada?
La cirugía para la incontinencia urinaria está indicada cuando los tratamientos conservadores—como ejercicios de Kegel, fisioterapia del suelo pélvico o medicamentos—no han logrado controlar los síntomas después de al menos 6 meses de seguimiento. Se recomienda especialmente en casos de incontinencia urinaria de esfuerzo, donde hay pérdida involuntaria de orina al toser, reír, levantar peso o hacer ejercicio.
También puede indicarse en pacientes con impacto significativo en su calidad de vida, infecciones urinarias recurrentes, o cuando existe una alteración anatómica que impide el cierre adecuado de la uretra. En hombres, puede considerarse tras cirugía prostática, y en mujeres, tras partos o menopausia, cuando hay debilidad del soporte uretral.
02 ¿Cómo se realiza?
La cirugía para la incontinencia urinaria, especialmente en casos de incontinencia de esfuerzo, se realiza comúnmente mediante el procedimiento de cabestrillo suburetral (sling). Este consiste en colocar una cinta quirúrgica debajo de la uretra para darle soporte y evitar que se abra involuntariamente al toser, reír o hacer esfuerzo físico.
Procedimiento paso a paso:
- Se realiza bajo anestesia local, raquídea o general, según el caso.
- El cirujano hace una pequeña incisión en la pared vaginal y otra en el abdomen o la ingle.
- Se introduce una malla sintética o tejido autólogo que forma un cabestrillo debajo de la uretra.
- Este cabestrillo actúa como soporte, ayudando a mantener la uretra cerrada durante el aumento de presión abdominal.
- Se coloca un catéter vesical temporal para drenar la orina durante las primeras horas o días.
En hombres, también puede usarse un esfínter urinario artificial o técnicas de sling adaptadas, especialmente tras cirugías prostáticas.
03 ¿Por qué se realiza?
Está especialmente indicada en casos de incontinencia urinaria de esfuerzo, donde la pérdida involuntaria de orina ocurre al toser, reír, caminar o hacer ejercicio, debido a una debilidad en el soporte de la uretra.
El propósito de la intervención es reforzar la estructura que sostiene la uretra, permitiendo que se mantenga cerrada durante el aumento de presión abdominal. Esto se logra comúnmente mediante la colocación de una cinta suburetral (como el método TVT o TOT), o en casos más complejos, con técnicas como el esfínter artificial o colgajos musculares.
La cirugía busca mejorar la calidad de vida, reducir el impacto emocional y social de la incontinencia, y prevenir complicaciones como infecciones urinarias recurrentes o irritación crónica. Es una solución eficaz y duradera cuando el abordaje no quirúrgico ha fallado.
04 Recuperación
La recuperación tras la cirugía para la incontinencia urinaria suele ser rápida y bien tolerada. En la mayoría de los casos, el paciente recibe el alta en 1 a 2 días. Sin embargo, el proceso completo puede durar entre 4 y 6 semanas, dependiendo del tipo de cirugía y del estado general de salud.
Cuidados postoperatorios recomendados:
• Evitar esfuerzos físicos (cargar peso, hacer sentadillas, actividad intensa) durante al menos 15 días
• No tener relaciones sexuales por un mínimo de 4 a 6 semanas
• Mantener una buena higiene íntima con agua y jabón neutro
• Usar ropa interior de algodón y evitar tampones
• No bañarse en piscinas, mar o bañeras durante el primer mes
• Seguir una dieta rica en fibra para prevenir el estreñimiento
• Iniciar ejercicios de Kegel solo cuando el médico lo indique
La adherencia a estos cuidados es clave para una recuperación exitosa y para evitar complicaciones como infecciones o desplazamiento de la malla.




Urología
Cirugía para quistes renales
La cirugía para quistes renales es un procedimiento que se realiza para extirpar o drenar quistes (sacos llenos de líquido) que se forman en o sobre los riñones y que causan síntomas como dolor, infecciones, hematuria o alteración de la función renal. Aunque muchos quistes son simples y no requieren tratamiento, algunos pueden crecer, infectarse o generar complicaciones que hacen necesaria la intervención quirúrgica.
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¿Cuándo está indicada?
La cirugía para quistes renales está indicada cuando el quiste: Es sintomático, causando dolor lumbar, sensación de presión o molestias persistentes y provoca infecciones urinarias recurrentes o hematuria (sangre en la orina). Cuando genera compresión de estructuras vecinas, afectando el flujo urinario o la circulación. O presenta un crecimiento progresivo con riesgo de ruptura. También cuando Interfiere con la función renal o se asocia a hipertensión secundaria. -
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¿Cómo se realiza?
La cirugía para quistes renales puede realizarse de tres formas principales, dependiendo del tamaño, localización y características del quiste: Procedimiento quirúrgico
1. Cirugía laparoscópica (la más común): Se hacen pequeñas incisiones en el abdomen y se introduce un laparoscopio (cámara) y herramientas quirúrgica. El cirujano drena el líquido del quiste y extirpa o cauteriza su pared. Es mínimamente invasiva, con menor dolor y recuperación más rápida.
2. Cirugía abierta: Se realiza una incisión más grande para acceder directamente al riñón; se extirpa el quiste manualmente. Se reserva para quistes muy grandes o casos complejos.
3. Punción guiada por imagen: Se introduce una aguja a través de la piel y se drena el quiste inyectando una solución esclerosante para evitar que se vuelva a llenar.

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¿Por qué se realiza?
La cirugía para quistes renales se realiza cuando el quiste provoca síntomas persistentes, como dolor lumbar, presión abdominal o molestias urinarias o genera complicaciones, como infecciones recurrentes, hematuria o hipertensión secundaria. Cuando aumenta de tamaño progresivamente, con riesgo de ruptura o compresión de estructuras vecinas e Interfiere con la función renal, afectando el drenaje urinario o la perfusión del tejido renal. El objetivo es eliminar el quiste o evitar que se vuelva a llenar, aliviar los síntomas y prevenir daños mayores. -
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Recuperación
Después de una cirugía para quistes renales, el cuerpo necesita tiempo para adaptarse y sanar. Si el procedimiento fue laparoscópico, lo más común, el paciente suele experimentar una recuperación bastante rápida, con molestias leves en el abdomen o en el flanco que desaparecen en pocos días. La movilidad mejora progresivamente, y en menos de una semana muchos pacientes pueden retomar actividades cotidianas, aunque se recomienda evitar esfuerzos físicos intensos durante al menos dos semanas. Durante este periodo, es fundamental mantener una buena hidratación para favorecer el drenaje renal y prevenir la formación de nuevos quistes. El seguimiento médico incluye controles por imagen para verificar que el quiste no reaparezca y que el riñón esté funcionando correctamente. En casos donde se utilizó punción guiada, la recuperación es aún más breve, aunque existe un riesgo mayor de que el quiste se rellene, por lo que el monitoreo es clave. La cirugía abierta, menos frecuente, implica un proceso más lento, con mayor dolor postoperatorio y una estancia hospitalaria más prolongada. Sin embargo, en todos los casos, el objetivo es el mismo: aliviar los síntomas, proteger la función renal y mejorar la calidad de vida del paciente.

Preguntas frecuentes
Cirugía para tumores de riñón
01 ¿Cuándo está indicada?
La cirugía para tumores de riñón está indicada principalmente cuando el tumor es localizado, es decir, está confinado al riñón y no se ha diseminado a otros órganos. En estos casos, la intervención quirúrgica puede ser curativa, y representa el tratamiento de elección. Dependiendo del tamaño, ubicación y características del tumor, se puede optar por una nefrectomía parcial (preservando parte del riñón) o una nefrectomía radical (extirpando el riñón completo junto con estructuras adyacentes).
También se considera en pacientes con tumores más avanzados si la cirugía puede reducir la carga tumoral, aliviar síntomas como dolor o sangrado, o mejorar la respuesta a otros tratamientos como inmunoterapia o terapia dirigida. En algunos casos, incluso si hay metástasis, la extirpación del tumor renal puede tener beneficios paliativos o estratégicos dentro de un enfoque multimodal.
La decisión se basa en factores como el estadio clínico (TNM), la función renal, la edad del paciente, comorbilidades y el tipo histológico del tumor
02 ¿Cómo se realiza?
La cirugía para tumores de riñón se realiza principalmente mediante una nefrectomía, que puede ser parcial o radical, dependiendo del tamaño, ubicación y extensión del tumor.
En una nefrectomía parcial, el cirujano extirpa únicamente el tumor y una pequeña porción de tejido renal sano alrededor, preservando el resto del riñón. Este enfoque se utiliza cuando el tumor es pequeño y está bien localizado, o cuando es importante conservar la función renal, como en pacientes con un solo riñón o enfermedad renal crónica.
En cambio, la nefrectomía radical implica la extirpación completa del riñón afectado, junto con la glándula suprarrenal (si está comprometida), los ganglios linfáticos cercanos y el tejido adiposo que rodea al órgano. Esta técnica se emplea cuando el tumor es grande, está en una posición difícil o hay riesgo de diseminación.
03 ¿Por qué se realiza?
La cirugía para tumores de riñón se realiza con el objetivo principal de extirpar el tumor y evitar su progresión, ya que en muchos casos representa la única opción curativa. Cuando el cáncer está localizado en el riñón y no se ha diseminado, la intervención quirúrgica puede eliminar por completo el tejido maligno, preservando o no parte del órgano según el caso.
Además de su función curativa, la cirugía también puede tener un rol paliativo en etapas más avanzadas: por ejemplo, cuando el tumor causa dolor, sangrado, obstrucción urinaria o compresión de estructuras vecinas. En estos casos, aunque no se logre la curación, la extirpación del tumor puede mejorar significativamente la calidad de vida del paciente.
La decisión de operar se basa en factores como el tamaño y localización del tumor, el estado funcional del riñón, la presencia de metástasis, y las condiciones generales del paciente. En algunos casos, se realiza una nefrectomía parcial para conservar tejido renal sano, mientras que en otros se requiere una nefrectomía radical, que incluye la extirpación del riñón completo y estructuras adyacentes.
04 Recuperación
La recuperación tras una cirugía para tumores de riñón depende del tipo de intervención realizada—ya sea una nefrectomía parcial, radical, abierta o laparoscópica—y del estado general del paciente. En la mayoría de los casos, especialmente cuando se utiliza una técnica mínimamente invasiva, el paciente puede levantarse y caminar al día siguiente, y regresar a casa en pocos días.
Durante las primeras semanas, es normal sentir fatiga, molestias en el área operada y una disminución temporal en la capacidad física. La recuperación completa suele tomar entre 4 y 6 semanas, aunque en cirugías abiertas puede extenderse un poco más. Se recomienda evitar esfuerzos físicos, mantener una buena hidratación, seguir una dieta equilibrada y asistir puntualmente a los controles médicos para evaluar la función renal restante.
La mayoría de los pacientes puede vivir con un solo riñón sin complicaciones, siempre que el órgano restante esté sano. El seguimiento incluye estudios de imagen, análisis de sangre y orina, y en algunos casos, tratamiento complementario si el tumor tenía características agresivas.
Más de 10 años comprometido con la salud y el bienestar de mis pacientes en Toluca.
Dr. Heriberto Lujano Pedraza
